A VIDA DEL SEÑOR Y SU EDUCACIÓN: Los señores vivían ordinariamente fuera de casa, y desde la infancia se preparaban a ser hombres de acción. Al cumplir quince años, un niño noble, de educación esmerada, sabia montar a cabillo, tirar al arco o a la ballesta y todo lo concerniente a la cetrería, esto es, la caza, cría y adiestramiento de barones, gavilanes y azores, así como también toda clase de perros capaces de buscar y seguir la caza.
El adolescente abandonaba la casa paterna para ir a completar y perfeccionar su educación en casa de un señor más rico, en donde pasaba tres o cuatro años sirviendo como doncel, paje o caballero, con esos diversos títulos, ejercía en realidad funciones de camarero o de ordenanza. Servía al señor a la mesa, y trinchaba la carne delante de él; le ayudaba a vestirse y a desnudarse; cuidaba las armas y curaba los caballos. Entretanto, aprendía el manejo de las armas en el patio del castillo, esgrimiendo contra maniquíes.
A los diez y ocho o veinte años cumplidos se consideraba terminado su aprendizaje militar, y se juzgaba suficientemente instruido en todo lo que debían saber los hombres de guerra, para poder ocupar un puesto entre ellos. Entonces, en una ceremonia solemne, era armado caballero; su padrino le calzaba la espuela derecha, le daba la espada y se la ceñía al costado izquierdo; después, con la palma de la mano o de plano con la espada, le daba en las espaldas, formalidad esta que se llamaba espaldarazo. A partir de ese momento el joven era caballero.
LA GUERRA, LOS TORNEOS, LA CAZA: Las principales ocupaciones de los señores eran la guerra, los torneos y la caza. La guerra, ocupación favorita de aquellas violentas personas, pues la hacían valiéndose del motivo más baladí, consistía generalmente en sorpresas; era táctica acostumbrada destruir las cosechas del adversario para rendir por hambre. Cuando ocurría un choque, los combatientes procuraban más bien hacer prisioneros que matar, porque los prisioneros eran fuente de provechos. Los ponían en efecto, en libertad, pero siempre mediante el pago de una suma de dinero llamada rescate.
A falta de guerra, el señor se distraía con los torneos. Los torneos, qué más tarde se convirtieron en simulacros de combate en campo cerrado entre dos hombres, fueron en su origen verdaderas batallas entre dos tropas. En Francia, en tiempo de Felipe Augusto, un torneo reunió tres mil caballeros. Los adversarios se encontraban en campo raso y cargaban con furor. Cuando una de las dos partes cedía, y entonces, dice un testigo del torneo empezaba la persecución encarnizada por los viñedos, los fosos y los bosques; << entonces se veían los caballeros y las cabalgaduras que caían pisoteados por los vencedores y sus caballos, heridos y aniquilados. >>
En los torneos, como en la guerra, se hacían prisioneros que debían pagar rescate. Muchos señores vivían de sus victorias en esas lides, como otros viven hoy de las suyas, los vencedores en las carreras de caballos y en los campeonatos y proezas deportivas. La caza era menos un placer que una necesidad.
El señor cazaba
para alimentarse y alimentar a sus hombres. Como la mayor parte
del suelo era improductivo, — cubierto de bosques y pantanos, —
había poco ganado vacuno y lanar; rara vez se comía carne de
vaca o de carnero. El alimento consistía principalmente en carne
de cerdo, que de este animal habla numerosas manadas en los
bosques, en carne de cabrito, y en fin, la que suministraba la
caza jabalí, oso, ciervo y corzo, cuyos cuartos se servían
enteros.
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LA HISTORIA Y SUS PROTAGONISTAS: GRECIA, ROMA Y LA EDAD MEDIA |
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