LOS PRESAGIOS: El sacrificio tenía por objeto agradar a los dioses, pero faltaba conocer la voluntad de éstos, a lo cual se llegaba gracias al arte particular de la adivinación, que ejercían sacerdotes especiales, llamados augures, que llevaban como insignia un bastón en forma de cayado.
Antes de las batallas, de las asambleas y de cualquier acto público, se consultaba a los augures para saber si los dioses eran favorables. Lo mismo se hacia cuando se trataba de empresas particulares. Los augures sólo observaban tres géneros de signos: 1. º el vuelo y el grito de las aves; 2. º los relámpagos y 3. º La manera de comer las aves sagradas.
Al mismo tiempo que los augures había otros adivinos
nombrados arúspices, que pretendían profetizar lo por venir. Su
especialidad era observar el estado del cielo y examinar las
entrañas de las víctimas; pero no eran sacerdotes del estado.
Estos tenían numerosa clientela, porque los romanos, muy
supersticiosos, vejan por todas partes presagios favorables o
desfavorables.
LOS SACERDOTES: En esta religión
tan minuciosa, el papel de los sacerdotes era muy importante.
Sabían exactamente las tradiciones que debían ser observadas,
los gestos que había que hacer y las palabras que era
indispensable pronunciar.
Informaban a los magistrados y a los particulares sobre sus
obligaciones respecto de los dioses, y dirigían los sacrificios.
Ser sacerdote era un gran honor; pero esta función no impedía
llenar otras. Un sacerdote, podía ser al mismo tiempo senador o
magistrado, y su sacerdocio era una dignidad que se añadía a las
otras. No tenía cargo de almas y en resumidas cuentas sólo era
un maestro de ceremonias.
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LA HISTORIA Y SUS PROTAGONISTAS: GRECIA, ROMA Y LA EDAD MEDIA |
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