CARTAGO: En el lugar correspondiente hemos visto cómo se bahía fundado Cartago, colonia de Tiro, al norte de Ténez, y como había florecido en grado de quitar a su metrópoli el dominio de los mares. Cartago, en efecto, ocupaba una situación admirable, puesto que dominaba el estrecho paso que separa las dos cuencas del Mediterráneo.
El país era entonces fértil y estaba bien cultivado, como ha vuelto a estarlo desde que lo ocupan los franceses. Los cartagineses hablan conservado las costumbres fenicias y el culto cruel de un Baal-Moloc, figurada por un coloso de bronce, cuyo vientre era un horno, y en el que quemaban vivos, en los días aciagos, niños ofrecidos en sacrificio.
Los cartagineses eran, como los tirios, comerciantes,
industriales y marinos. Sus caravanas penetraban hasta en el
centro de África, atravesando el Sahara. Con sus factorías,
hablan cubierto el norte de este continente, Sicilia y España.
Por el estrecho de Gibraltar habían ido hasta Inglaterra, al
norte, y hasta Senegal, al sur. Disputaban a los griegos el
comercio del Mediterráneo, y sus riquezas eran inmensas.
Pero si contaban con la fuerza del dinero, en cambio no tenían
fuerza moral ni militar. Los gobernaba una aristocracia de
acaudalados comerciantes, empeñados en conservar para sus
familias la fortuna y el poder. Los ciudadanos no tomaban parte
en la vida pública, no se tenía la menor noción de lo que es el
sentimiento nacional, ni existía un ejército de la nación. Los
soldados eran mercenarios españoles, galos o númidas, que no
conocían a su general.
Las exigencias de esa gente era un peligro para los cartagineses, y de aquí que desconfiaran de aquellos soldados que era preciso pagar para que obedecieran, y de sus jefes a los cuales era preciso impedir que llegaran a ser poderosos.
El interés de los particulares supeditaba al del estado, no es
mucho, pues, que sólo hubiese envidias, desunión y debilidad.
Roma, por el contrario, era fuerte por causa de su unidad.
Terminadas las luchas intestinas, todos los romanos, iguales en
derechos, formaban un pueblo cuyo dueño y señor era la ley y
cuyo ideal consistía en sacrificarse por la patria. El senado,
guardián de las leyes, determinaba los planes, y el ejército,
que los ejecutaba, estaba compuesto de ciudadanos dispuestos a
morir por la grandeza de Roma.
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LA HISTORIA Y SUS PROTAGONISTAS: GRECIA, ROMA Y LA EDAD MEDIA |
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