LOS HOMBRES: El romano en su casa era dueño absoluto de su familia y de sus esclavos. La autoridad paternal era muy grande, y durante mucho tiempo tuvo el padre derecho de vida y muerte sobre los suyos.
En la ciudad era ante todo un ciudadano. No se dedicaba, como el griego, al comercio, sino a los negocios públicos. Si era acaudalado, recibía por la mañana a sus clientes, escuchaba sus peticiones y les distribuía consejos o socorros. Después iba al Foro, donde tomaba asiento en el senado o en el tribunal. Si era pobre, se inscribía como cliente de un rico, lo escoltaba en público y lo sostenía con su voto en las elecciones.
Las distracciones eran raras. Por la tarde jugaba a la pelota o iba a los baños que eran, como el café moderno, la cita de los ociosos. Sólo algunas procesiones religiosas y algunos juegos del circo alteraban a veces la monotonía del año.
Esa vida convenía a un pueblo de propietarios rurales; pero las costumbres fueron modificándose muy de prisa en Roma como se verá más adelante, hasta que, en la época del Imperio se convirtió en verdadera ciudad de placeres.
LAS MUJERES: El papel de la mujer
era más importante en Roma que en Grecia. Gobernaba también la
casa, pero tenía más autoridad que la mujer griega, porque
estaba más asociada a la vida de su marido.
Se la felicitaba porque cuidaba del gobierno de la casa e hilaba la lana, pero en realidad hacia más que eso. Compartía los honores que se tributaban a su esposo, aparecía con él en público, en las ceremonias y los juegos, y estaba rodeada de consideraciones; era en fin la señora, la matrona.
En la casa, no estaba confinada en sus habitaciones, sino que
tomaba parte en las comidas y recepciones. Su influencia, aunque
no reconocida por la ley, de hecho era muy grande. Catán tuvo la
prueba cuando quiso acabar, por medio de una ley, con el lujo de
las mujeres. Los ciudadanos no se atrevieron a votar el proyecto
a vista de sus esposas, que rodeaban la asamblea.
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LA HISTORIA Y SUS PROTAGONISTAS: GRECIA, ROMA Y LA EDAD MEDIA |
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