LOS MATRIMONIOS: El fundamento del estado romano era la familia, y el de la familia, el matrimonio. Cuando los patricios eran los únicos ciudadanos, sólo existía un matrimonio: el matrimonio religioso, la confarreación, que consistía en ofrecer un sacrificio esparciendo barro sobre la víctima y en comer después los esposos una torta de barro. Esta ceremonia la presidía el flamen de Júpiter.
En seguida, la esposa vestida de blanco y cubierta la cara con un velo rojo, era conducida a son de flautas y cánticos a casa del esposo, que la hacia transponer el umbral levantándola en vilo, para simular un rapto. De esa manera la separaba de los dioses de su propia familia y la unía a los de su nueva casa.
Cuando los plebeyos conquistaron la igualdad, se instituyó para ellos un matrimonio civil, la compitió, que fue substituyéndose poco a poco por el matrimonio religioso. Consistía en una venta simulada hecha delante de un magistrado: el esposo tocaba una balanza con una moneda de cobre que seguidamente ofrecía a los padres de la prometida, como precio de su mujer.
Las mujeres tenían una dote que el marido había de devolver en caso de divorcio; y los divorcios, raros en su origen, fueron aumentando a medida que las antiguas costumbres iban alterándose. Primitivamente, el marido podía, en virtud de su derecho de jefe de familia, repudiar a su mujer. La mujer, a su vez, pudo más tarde pedir la separación.
El filósofo Séneca, en tiempo del Imperio, decía indignado << Las damas nobles se divorcian para volver a casarse, y contraen nuevo matrimonio para divorciarse otra vez. >>
EL HIJO: El hijo recibía el
apellido del padre, es decir era reconocido por éste una semana
después de su nacimiento, el día llamado de la purificación.
Era generalmente criado y educado por la madre, hasta el momento
en que iba a la escuela. Se le suspendía al cuello una bolsita o
bula, que contenía amuletos contra el aojo, y que conservaba
hasta el día en que abandonaba la toga pretexta para ponerse la
viril.
Esta ceremonia de la mayor edad se verificaba ante el altar de los lares, cuando tenía diez y siete años; pero aun declarado mayor de edad, continuaba bajo la potestad de su padre. En la escuela, aprendía a leer, a escribir y a contar bajo la dirección de profesores severos que lo castigaban con azotes por la menor falta.
Los niños ricos tenían preceptores en casa de sus padres. La música y la gimnasia eran artes de entretenimiento y lujo. Después de la enseñanza primaria, los jóvenes romanos recibían la literaria que comprendía el estudio de la ley de las Doce Tablas, el de los poetas griegos y el de los escritores latinos, porque se trataba de formar administradores y oradores.
Así el que un joven romano explicara poco más o menos los
mismos textos latinos y griegos que un joven de la época actual,
que hace sus estudios clásicos.
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LA HISTORIA Y SUS PROTAGONISTAS: GRECIA, ROMA Y LA EDAD MEDIA |
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