HISTORIA DE ROMA

HISTORIA DE ROMA PASO A PASO - IDEAL PARA INICIARSE EN LA APASIONANTE HISTORIA ANTIGUA

CAYO GRACO: Cayo Graco hizo suyos, diez años después, los proyectos de su hermano; tan honrado como Tiberio, tenía el mismo patriótico deseo de regenerar a Roma; era además un gran orador, y las acciones arduas y dificultosas le atraían.

Resolvió quebrantar el poder del senado que se mostraba opuesto a mejorar la suerte de los pobres. Quiso, en primer lugar, poner fin a la miseria de la plebe, que en aquel entonces se componía de dos elementos distintos los ciudadanos y los libertos.

Hizo votar para los unos distribuciones de tierras y la fundación de colonias donde estuvieron las ciudades destruidas de Cartago, Corinto, Tarento y Capua; para los otros, que no querían labrar la tierra, y que preferían la existencia perezosa de la ciudad, hizo votar una ley de asistencia pública, llamada ley frumentaria, que concedía a cada uno cinco medidas de trigo por mes por veinticuatro céntimas. Al mismo tiempo, propuso conceder el derecho de ciudadanía a los pueblos latinos, a fin de renovar la población romana y contrabalancear la influencia de aquellos libertos originarios de todos los puntos del globo. Por temor a la oposición de los senadores, hizo que quitaran a éstos el derecho de ocupar asiento en los tribunales, función que atribuyó a los caballeros, los cuales llegaron de esta manera a ser rivales de los senadores. Los intereses de la aristocracia, para mayor provecho de la causa popular, quedaron divididos.

El senado, viendo la amenaza, apeló a los peores instintos de la multitud, y se dedicó a almonedear en política. Compró, en efecto, al tribuno Druso, que decretó distribuciones gratuitas de trigo; además, el cónsul en funciones, cuando se trató de votar el derecho de ciudadanía a los latinos, dijo a la plebe « ¿Creéis que después de haber conferida el derecho de ciudadanía a los latinos tendréis el mismo puesto en los comicios, en los juegos y en las diversiones públicas? >> Cayo tuvo que retirar su proyecto de ley y partir para fundar la colonia de Cartago. A su regreso, vio cuán impopular había llegado a ser: no pudo ser reelegido tribuno y fue declarado fuera de ley por haber atacado a la dignidad del senado. Se retiró entonces al monte Aventino; pero, perseguido hasta allí por los amotinados y los arqueros de la policía, hubo de buscar refugio en un bosque sagrado donde se hizo dar muerte por uno de sus esclavos. Tres mil partidarios suyos fueron pasados a cuchillo (123); su nombre fue maldito, y hasta se prohibió a Cornelia que llevara luto de su hijo.

Los Gracos sucumbieron como mártires de la causa popular, el pueblo no supo escudarlos contra los rencores de los nobles. Los dos hermanos habían soñado salvar a Roma con medios legales, y su generoso sueño se ahogó en la sangre de los ciudadanos. En lo sucesivo sólo hubo en Roma frente a frente la nobleza y la plebe, la una poseedora de todo y no queriendo ceder nada, la otra queriendo participar en los goces de la vida, ambas con apetitos e intereses contrarios y decididas a recurrir a todo género de violentas diligencias para satisfacerlos. Este fue, en realidad, el fin de la República, y la historia de Roma fue desde entonces la de los ambiciosos que se disputaron el poder por medio de las armas; unos, como Sila y Pompeyo, para proteger los privilegios injustificados de la aristocracia egoísta a que pertenecían, otros, como Mario y César, para simulando servir a la democracia, colocarse el primer puesto.