IMPORTANCIA DEL PAPEL DE LOS REGULARES: Los regulares fueron también activos roturadores de tierras, y, en consecuencia; creadores de poblaciones. Huyendo del mundo, buscaban para establecerse los bosques soledosos o las montañas escarpadas. Una vez escogido el sitio de su retiro, edificaban el monasterio en primer lugar, la capilla; después, los edificios para habitaciones, generalmente dispuestos en cuadro y conteniendo un dormitorio, un refectorio, talleres, biblioteca, etc.
El patio central se destinaba para cementerio; era frecuente que ese patio estuviera rodeado de una galería cubierta que servía de paseo a los religiosos y que se llamaba claustro. Fuera del monasterio propiamente dicho, se alzaba la casa destinada a recibir los viajeros, el hospicio, es decir la casa de huéspedes.
Los monjes, para poder vivir, tenían que labrar las tierras inmediatas al convento. El respeto que la iglesia inspiraba y sabia imponer hasta a los desalmados, hacía que los depredadores no se atrevieran a atacar los monasterios y creaba alrededor de ellos una como zona de seguridad donde la gente campesina encontraba asilo y protección en caso necesario. El convento, además, resultaba ser una como granja modelo ala que bien pronto rodeaba un pueblo. Centenares de poblaciones se han formado de esta manera en torno de los monasterios.
LA IGLESIA Y EL ESTADO CIVIL: El clero intervenía en todos los acontecimientos esenciales de la existencia, tales son el nacimiento, el matrimonio y la muerte, que hoy se, comprueban y notan en el registro civil. Las actas o relaciones escritas de estos acontecimientos forman lo que se llama el estado civil. Sin estas actas no hay sociedad regular posible. En la Edad Media, no existía el estado civil. En cambio, el clero se cuidaba de asentar en sus registros cuando administraba el bautismo a un niño, la fecha del nacimiento, el nombre de los padres, etc.; en cuanto al matrimonio, bendecía a los esposos y, por lo que respecta a la defunción, celebraba los oficios de los muertos.
UN CLAUSTRO.- VISTA INTERIOR. CLAUSTRO OJIVAL DE LA ABADÍA DEL MONTE SAN MIGUEL.
Aquí se ven los cuatro costados de la gatería, que está
soportada por arcos llamados en ojiva, que tienen la forma de
punta de lanza, característica del arte francés o arte gastico.
Estos arcos estriban sobre dos filas de 120 columnas muy
ligeras, de granito rosado y de una sola piedra. Cada lado del
claustro tiene 25 metros de largo por 4 de ancho. El claustro
fue edificado en la época de San Luis, cuando éste era niño
(1225-1228) y pertenece a un conjunto de construcciones, llamado
con justicia la Maravilla. La abadía de los benedictinos del
Monte San Miguel, fundada en 769, en tiempos de Carlomagno, pero
cuyas partes principales datan de los siglos XII y XIII, es al
mismo tiempo una ciudadela edificada en un islote rocoso, en el
fondo de un golfo formado por la península del Cotentin y la
península de Bretaña. Las fortificaciones rodean completamente
la isla. Es una de las obras maestras del arte francés y un
monumento único en el mundo.
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LA HISTORIA Y SUS PROTAGONISTAS: GRECIA, ROMA Y LA EDAD MEDIA |
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