LA LEVA: Mientras que el ejército se compuso de soldados ciudadanos, la levo o enganche de gente para el servicio militar fue un acto civil, análogo a la convocación de electores.
El senado fijaba el contingente, y los cónsules anunciaban en un edicto el día en que el pueblo debía reunirse por tribus en el Capitolio: Había cuatro tribus que estaban obligadas a dar cuatro legiones, a razón de dos por cónsul. Se sorteaba la primera tribu que debía suministrar los hombres; éstos eran designados nominalmente y los así designados pasaban cuatro a cuatro, ante los magistrados que los examinaban de carrera y repartían en las cuatro legiones, cuyos oficiales se habían nombrado de antemano. Los cónsules concedían exenciones en determinados casos y castigaban a los ausentes con penas que consistían en multas, azotes, prisión y hasta esclavitud. La operación se terminaba cuando todas las plazas de las legiones estaban provistas.
EL SOLDADO: El soldado romano, labrador latino armado, era, en general, un hombre pequeño, moreno, grueso y robusto, que los trabajos del campo habían endurecido al trabajo.
No se admitían además en el ejército sino a hombres cuya robustez fuese probada, y el consejo de revisión que seguía al enganche, era extremadamente severo. Los soldados romanos mostraron notable resistencia en Las fatigas del servicio. Hacían, como la infantería moderna, marchas de 28 a 32 kilómetros, con una carga de 6o libras romanas, casi unos 20 kilogramos.
Cada hombre llevaba en marcha, además de sus armas, diversos utensilios: hacha, pala, azadón, y quince días de víveres. Esta carga la llevaban en el hombro derecho, atada a tu percha. Una vez llegados a la etapa, los soldados debían fortificar el lugar antes de darse al descanso. Los empleaban también en construir caminos, y es sabido que manejaban la pala y el azadón tan bien como la pica y la espada. Además eran tan sobrios como infatigables andadores y excelentes jornaleros.
Por lo que respecta a lo moral, el soldado romano confiaba en sus jefes, perseveraba en el esfuerzo y estaba dispuesto siempre a hacer todos los sacrificios que exigía la grandeza de su patria. Los reveses no le desanimaban, y la energía patriótica del romano fue causa de que sus enemigos lo admirasen. Estaba sujeto además por el vínculo del juramento.
Al entrar en la
legión, juraba << obedecer a su general, seguirle por
dondequiera le condujese, y permanecer debajo de la bandera
mientras no fuese relevado de su juramento >>. El juramento lo
prestaban solemnemente, en presencia del cónsul, los oficiales,
tribunos y centuriones; después se daba lectura de él, a los
soldados, y llamado cada uno por su apellido, respondía << Yo
también >>.
Roma debió su grandeza a las cualidades excepcionales de sus
primeros soldados.
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LA HISTORIA Y SUS PROTAGONISTAS: GRECIA, ROMA Y LA EDAD MEDIA |
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